Érase una vez, hace muchos años (tampoco tantos), existía una titulación que garantizaba empleo para toda la vida: la llamaban licenciatura. A día de hoy, licenciaturas, diplomaturas y demás parafernalia académica han desaparecido con el plan Bolonia y han dado paso a nuestros grados y másteres.
Las cosas han cambiado bastante en estas últimas décadas, pues la apertura de los estudios universitarios a toda la población, que antes estaban cuasiprivatizados, ha provocado un superávit de graduados que lo único que ha hecho es que no exista diferenciación en el mercado de trabajo, con la consiguiente dificultad para encontrar un empleo para el que no se esté sobrecualificado.
Es en este ambiente en el que las universidades tienen la brillante idea, siendo que un grado parecía poco, ¿por qué no hacer dos a la vez y en menos tiempo? A principios del nuevo siglo y en las primeras hornadas de los Bolonia, nacen las combinaciones de grados, siendo de las primeras DADE (Derecho con ADE).
Esto, por supuesto, no se quedó en los grados: pronto llegarían los dobles máster y, aunque en España todavía no los tenemos, en Estados Unidos ya existen los MD-PhD (doctor en Medicina y en otra área relacionada).
¿Y cómo acabaron los dobles grados? Eso dependerá de a quién le preguntes: en mi opinión, no especialmente bien. El principal problema de este tipo de estudios es que tratan de crear un hombre del Renacimiento especializado, un oxímoron en el que se trata de aprender todo sin llegar a impartirse nada en profundidad, una de las principales quejas de sus estudiantes.
Luego está el efecto manada: los estudiantes, viendo que los dobles grados siempre encabezan los podios de notas de corte de EBAU, se lanzan a estos, pensando que así no desperdiciarán nota. No hay mayor error que estudiar algo que no te gusta solo por creer que te va a aportar un buen futuro. También hay que entender por qué estas titulaciones tienen notas tan altas, que se deben a el número tan reducido, rondando las treinta, de plazas disponibles, no porque sean necesariamente difíciles.
Esto me lleva al siguiente punto: los dobles graduados son genios. Tan cierto como decir que aquellos con un doctorado son superdotados o que aquellos con sobresaliente es porque tienen altas capacidades. Completamente falso: el sistema de notas no se basa en tu inteligencia, sino en tu capacidad de memorización. Sí, es cierto, muchas veces una gran inteligencia va de la mano con una gran memoria; pero no siempre se da el caso. Pondré de ejemplo a Einstein, ya tan quemado, que se olvidaba de dónde guardaba el ticket del metro.